23 de junio de 2009

De pajareo por el Pirineo. Parte I: Trayecto Valencia-Bujaruelo



Como ya dije en la entrada anterior, he pasado unos días por el pirineo aragonés. Fui con mi padre (Eloy) y sus amigos (Ramón, Ignacio, Dani y Javier). El objetivo común que teníamos era la ascensión al ibón y pico de Bernatuara desde el refugio de San Nicolás de Bujaruelo el sábado y alguna otra excursión, todavía no planificada, para el domingo. Yo llevaba además algunos objetivos personales fuera del mundo montañero. Tenía en mente unas cuantas especies norteñas que por unas cosas u otras siempre se me habían escapado, además de alguna especie más difícil de localizar pero que yo no perdía la esperanza de ver. Concretamente eran el carbonero palustre (Parus palustris), el agateador norteño (Certhia familiaris), el camachuelo común (Pyrrhula pyrrhula), el pito negro (Dryocopus martius) y el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus). Cumplí con algunas, otros se quedaron a medias y alguno falló, pero me llevé otro que no esperaba. Si el lector quiere saber cuales fueron, sólo tiene que seguir la historia con atención.


El viernes salimos desde Valencia sobre las cuatro menos cuarto según el horario previsto. El coche de Javier iba hasta los topes, cargado con seis personas y nuestros mochilones. Casi nada más salir ocurrió algo que me hizo pensar que todo podía salir muy bien. En una balsa de riego que hay cerca de mi casa pude ver un fumarel cariblanco (Chlidonias hybrida) pescando. Era la primera vez que veía uno por aquí, por tanto especie nueva para la zona. No me digáis que no es una buena forma de empezar.
El contador de kilómetros del coche no paraba de aumentar casi a la par con el número de especies de aves que, desde mi posición privilegiada en la ventanilla, pude ir viendo: milanos negros (Milvus migrans), cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), ratonero común (Buteo buteo), cigüeña balnca (Ciconia ciconia)… pasaban ante mis ojos.
Cerca de Zaragoza hicimos una para de un área de descanso, en medio de una zona de campos de cultivo. Allí pude ver algunas collalbas rubias (Oenanthe hispanica), pardillo común (Carduelis cannabina), alcaudón común (Lanius senator), cogujada común (Galerida cristata) y nos sobrevolaron un par de buitres leonados (Gyps fulvus).


Poco a poco fuimos dejando las llanuras de Zaragoza y Huesca y empezamos a ascender por la Sierra de Guara. El paisaje fuera del coche parecía cada vez más fresco y empezaba a respirarse el aire de la montaña. El cambio supuso la observación de alguna especie de ave nueva como el águila calzada (Hieraaetus pennatus) o el milano real (M. milvus).


La altura de la Sierra de Guara ofrece unas vistas increíbles de los Pirineos. Permitiendo la identificación de los picos más altos y metiéndole ganas a uno de llegar cuanto antes.
Una vez habíamos tomado el desvío en Bisecas hacia Broto y Torla el paisaje cambio radicalmente. Ya estábamos en el pirineo y avanzábamos por una estrecha carreterilla entre un denso bosque que se abría sólo de vez en cuando para dar paso a pequeñas praderillas o a los pueblos que salpicaban las montañas. En este trayecto sólo pude ver fugazmente un alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio) y algunas cornejas (Corvus corone) y urracas (Pica pica).


Después de una parada en Torla para realizar algunas llamadas telefónicas, pues nos quedaríamos sin cobertura el resto del tiempo, nos adentramos en la senda que lleva hasta San Nicolás de Bujaruelo, donde nos íbamos a alojar durante nuestra estancia en el pirineo. El Valle de Bujaruelo supone un corredor perfecto para el aire, así que allí no es extraño que el viento sople con fuerza. Cuando llegamos no fue una excepción, y el día estaba un tanto desapacible. Así que tras acomodarnos en nuestras habitaciones y tomar una cena rápida no tardamos en acostarnos. Al día siguiente nos esperaba el ibón y el pico de Bernatura.


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