30 de septiembre de 2009

Unos días de ¿Mala suerte? (II)



El día 23 las cosas fueron bastante similares a los precedentes. Una vez más hizo mal tiempo como para anillar por la noche, así que la apertura de redes quedo relegada de nuevo a la "tombé". Y las especies que cayeron, sí, las mimsas que los otr... ¡Espera! ¡No! ¡Ahí hay uno distinto! ¡Un agateador!




Desde que lo vimos colgando en la red ya cantaba un poco que era distinto a los que cogemos normalmente. Ese blanco puro de las partes inferiores... Pues sí, agateador norteño (Certhia familiaris, Treecreeper). Especie nueva para mí y una sorpresita de lo más interesante. Si a esto le sumas el hecho de que haya un mirlo capiblanco (Turdus torquatus, Ring ouzel) en la red pues no esta nada mal la cosa. Además, visto lo visto en las jornadas anteriores poco más podíamos esperar.


Las "escamas" blancas permiten identificar a este mirlo capiblanco como macho de la subespecie alpestris propia de centroeuropa y Pirineos.


Pero lo cierto es que no estuvo tan floja como otras, o al menos no todo el tiempo. Ya que después de una tombé tan interesante el número de aves cayó de golpe. Tan, tan de golpe que a Toni volvió a entrarle el sueño. Y, yo no quiero decir ni insinuar nada, pero de pronto empezó el baile de pajarillos de nuevo.

Macho joven de lúgano

Primero algunos fringílidos, que parecía que empezaban a moverse ya, como el lúgano (Carduelis spinus, Siskin) o el jilguero (Carduelis carduelis, Goldfinch), luego algunos bisbitas como el alpino (Anthus spinoletta, Water pipit) que por fin se dignó a caer y por último dos pequeños (diminutos) pajarillos que yo tenía muchas ganas de coger y que a Mónica la dejaron prendada: una pareja de reyezuelos sencillos (Regulus regulus, Goldcrest)



A partir de aquí, una vez más la cosa bajó. Nos dedicamos a la observación de las aves de la zona. Oímos claramente los tamborileos de un pico menor (
Dendrocopos minor, Lesser spotted woodpecker) y el reclamo de su primo mayor, el picapinos (Dendrocopos major, Great spotted woodpecker). Una nueva rapaz para la lista, el milano negro (Milvus migrans, Black kite), que pasó rozando la red, seguido muy de cerca por un cuervo (Corvus corax, Raven). Los fringílidos que seguían pasando en grupos compactos: unas veces lúganos, otras verderones serranos (Serinus citrinella, Citril finch), jilgueros o pinzones (Fringilla coelebs, Chaffinch) e incluso unos piquituertos (Loxia curvirostra, Crossbill) que hasta entonces sólo habíamos visto en las proximidades del albergue-refugio.

Y aprovechando el parón un poco de identificación de bisbitas:

Bisbita común (Anthus pratensis) Foto mala donde las haya que no deja ver bien las características del ave. Pero es lo que hay

Detalle del pecho de un bisbita arbóreo (Anthus trivialis) El color ante es una buena clave para identificarlo, así como el rosa de las patas. La ceja blanca normalmente muy marcada ayuda a su identificación.

El bisbita alpino (Anthus spinoletta) en principio no debería generarnos dudas para diferenciarlo de los dos anteriores. Es bastante más grande (y corpulento) y más bien grisáceo.

Aquí una comparación entre el arbóreo y el alpino.

Destaca también la observación del gallo lira (Tetrao tetrix, Black grouse), que nos pegó un buen susto saliendo de nuestros pies junto a una de las redes. Ya podía habérselo currado y caer en ellas... jeje

Después de comer (o almorzar, según se mire) volvimos a la zona de anillamiento. Después de hacer un par de rondas vimos que la cosa no marchaba. No cogimos más que uno o dos petirrojos (
Erithacus rubecula, Robin). Así que, un poco incitados por Manu, Toni, él y yo nos fuimos a hacer una ruta que nos han recomendado varias veces. Mientras que Santi y Mónica se quedaron en la estación a ver si las cosas mejoran.

Col de Jaman

La ruta empieza donde acaban las redes, el punto en el que el collado es cortado de golpe por la imponente mole del Dent de Jaman. Empieza con una subida muy fuerte y bastante peligrosa, ya que es un sendero estrecho con caída a ambos lados y todo húmedo y resbaladizo. Vamos, que acabamos subiéndolo casi a cuatro patas. A mí a lo que más me recordó es a la Senda de los Cazadores en Pirineos, aunque no salvaba tanto desnivel (este sólo eran unos doscientos o doscientos cincuenta).

Desde estas alturas se veía bastante bien por donde nos hemos movido estos días

Conforme ibas subiendo, la vista mejoraba por momentos. A un lado el lago Lehman y al otro la forma de embudo del valle que desemboca en el Col de Jaman. Con razón los pájaros pasan por ahí (o se supone que pasan en semanas más propicias)


Llegamos a un punto en el que el bosque daba paso a unas praderitas alpinas. Un rato antes, más abajo, habíamos oído los silbidos de las marmotas (
Marmota marmota, Alpine marmot) pero no veíamos las praderas y se nos hicieron raras dentro del bosque. Ahora sabíamos que si estaban en algun punto era allí.


No tardamos demasiado en localizar la primera. y mirando un poco a su alrededor llegamos a ver hasta cinco distintas. Todas ellas quietas en las rocas y mirándonos de reojo.
Por la zona revoloteaban también algunos verderones serranos, y era también el sitio donde la primera mañana vimos cantar al gallo lira, aunque con este no hubo suerte.


Después de ver bien vistas a las marmotas continuamos con nuestro camino. Al desbordar el collado por el otro lado nos llevamos una sorpresa. Nosotros esperábamos encontrar un entorno salvaje donde sólo pueden llegar los que se sacrifiquen un poco y hagan la misma ruta que hicimos, nada más lejos de la realidad. Allí mismo había una estación de tren con su bar, sus coca-colas y sus helados. En momentos así es cuando te das cuenta de que en los Alpes quedan pocos sitios por conquistar.


La vuelta (ya todo de bajada) fue por una senda ancha que recorría el valle. Mientras bajábamos oímos a las chovas piquigualdas (
Phyrrocorax graculus, Yellow-billed chough). Volaban por las partes altas, junto a los cortados de roca. Estuvimos un buen rato viendo lo que hacían. Fue especialmente interesante ver a una de ellas peleando con un gavilán (Accipiter nisus, Sparrowhawk). Primero ella lo acosaba, después él le hacia lances y pasaba rozándola. ¡Mira que se llevan mal las rapaces y los córvidos!

Aquí nos salió la vena dominguera y nos dedicamos a los posados... :D

Después de revisar alguna fuente y charca en busca de anfibios con poco éxito y de recorrer un lugar perfecto para ver corzos (Capreolus capreolus, Roe deer), llegamos a la estación de anillamiento. Allí nos dieron una noticia buena para nosotros, no tanto para los que se quedaron: poco anillamiento y más de las especies de siempre. La tarde iba llegando a su fin, tocaba hacer la cena y prepararse para el día siguiente.

¡Y más posados!

¡No se vayan, todavía hay más posados!

Día que se puede decir que casi no vale la pena ni contar. Cuando empecé a revisar las notas que había tomado del viaje para hacer esta crónica, me costó encontrar este día. Llegué a pensar que se me había olvidado ponerlo o lo había hecho en otro punto. Entonces leí un apunte:

"Día 24 Anillamiento: Verdecillo (Serinus serinus, Serin) + lo de siempre. Observaciones: Águila Real (Aquila chrysaetos, Golden eagle)"

Una muestra de "lo de siempre"

Creo que no hace falta explicar nada más. Tal vez decir que el águila real eran dos, adultas ambas. Que una vez más aparecieron en un rato muerto durante el cual Toni no estaba (jejeje). También veo que se me olvidó apuntar que durante el tiempo que estuvieron las reales hubo un cierto paso de rapaces. Entre ellas pasó un halcón abejero (Pernis apivorus, Honey buzzard), aunque los que allí estaban decían que les parecía ratonero (Buteo buteo, Buzzard).

Estos como los petirrojos, la segunda especie que más cogimos y sólo esta foto... si es que no puede ser.

Así pues, con este corto resumen pasamos al día 25, último día de nuestra estancia en los Alpes pues tuvimos que adelantar la vuelta al 26.

Supongo que a estas alturas del relato no hace falta que diga una vez más como fue la
"tombé", qué cogimos y demás pues siguió la tónica general. Sólo decir que cogimos carbonero garrapinos (Periparus ater, Coal tit) pues veo que aunque lo cogimos otros días también se me olvidó ponerlo.

Así que pasamos directamente al momento en el que decidimos irnos, bajar a comer a
Montreux y hacer otra visita a les Grangettes, pues fue uno de los que más me gustó del viaje. Estábamos bajando cuando vimos que algo se movía junto a las redes. Pensamos que sería un pájaro, pero tenía algo extraño, nos llevamos los prismáticos a los ojos. Algo se oculta entre las hierbas. Es alargado, peludo, marrón, punta de la cola negra... ¡¡Toooma!! ¡¡Armiño (Mustela erminea, Stoat)!! Nos acercamos lentamente y lo localizamos una vez más, en medio del camino, de pie sobre sus patas traseras. Una pasada. Se vuelve a ocultar y ya sólo lo vemos un par de veces más muy fugaces. Contentísimos con la observación nos vamos camino abajo.


Aprovechamos la bajada a Montreux para hacer alguna compra y comer rodeados de los gorriones (Passer domesticus, House sparrow) más descarados y atrevidos de Suiza que se afanaban por dejarnos sin comida. Además pudimos ver desde una de las calles que daba al lago algunos bichillos como otra serreta grande (
Mergus merganser, Goosander) o los omnipresentes porrones moñudos (Aythya fuligula, Tufted duck).


La tarde la dedicamos al pajareo puro. Nos fuimos a una zona que nos había recomendado Samu (uno de los anilladores suizos, al cual le agradecemos sus consejos y que nos dejara su telescopio) para ver algunas especies acuáticas y con un poco de suerte el pito cano (
Picus canus, Grey-headed woodpecker).

Se trataba de un bosque (dentro del paraje natural de les Grangettes) que bordeaba la orilla del lago. Un bosque muy denso y repleto de vida, aunque, ésta, difícil de localizar. Nada más entrar se nos aceleró el pulso a todos. Un pájaro carpintero de color verde salió volando unos metros por delante de nosotros. Lo localizamos en el tronco de un árbol. Se trataba de una hembra de pito real europeo (
Picus viridis, Green woodpecker). ¡Qué susto!


Seguimos avanzando entre cantos de mitos (
Aegithalos caudatus, Long tailed tit), carboneros (Parus major, Great tit) y otros páridos. En un claro vi fugazmente un pico menor, en el mismo árbol en el que jugueteaban unos gorriones molineros (Passer montanus, Tree sparrow).
El camino iba teniendo algunas salidas al lago. En ellas disfrutamos una vez más de la vista del mismo y de lo lleno de aves que está.


Nos volvió a sorprender la cantidad de somormujos lavancos (
Podiceps cristatus, Great crested grebe) que había. Aunque tampoco de puede decir que fueran los dueños y señores del lugar. Contando sólo los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo, Cormorant) que había posados en el dique que teníamos enfrente salieron más de ochocientos. ¡Casi nada!


Por lo demás, más porrones moñudos, un grupito de europeos (
Aythya ferina, Pochard), ánade real (Anas platyrrhynchos, Mallard), friso (A. strepera, Gadwall), cerceta común (A. crecca, Teal), focha común (Fulica atra, Coot), polla de agua (Gallinula chloropus, Moorhen)... Así como el único limícola del viaje, un andarríos chico (Actitis hypoleucos, Common sandpiper).


Fuera del mundo de las aves, a lo largo de todo el camino se veían muchas ranas verdes (
Rana ridibunda, Marsh frog) en las zanjas y pudimos ver una ardilla roja (Sciurus vulgaris, Red squirrel), supongo que de la subespecie alpinus.


La vuelta a través del bosque volvió a ser entre los árboles y trinos de los pequeños paseriformes. Una vez más no conseguimos localizar a nuestro amigo el pito cano, pero vimos algún agateador (
Certhia sp.) y un trepador azul (Sitta europaea, Nuthatch) que no paraba de volar a un árbol y volver al poco con el pico lleno de comida.

Emprendimos la vuelta hacia el refugio sabiendo que habíamos hecho bien bajando en lugar de quedarnos anillando, pues parecía que en la parte alta de la montaña el tiempo era malísimo. Y pudimos comprobarlo al llegar. Había una niebla cerradísima y hacía bastante viento, aunque eso no nos impidió ver una enorme liebre europea (
Lepus europaeus, Brown hare)

Nos quedamos en el albergue sin saber muy bien que hacer. A mí me apetecía ir a dar una vuelta, y a Manu también. Los demás no parecían muy convencidos ya que no creían que fuesemos a ver nada y no les apetecía mucho salir. Al final conseguimos que Santi se viniera con nosotros.

Nuestra casa durante la semana

Y ahora viene el que yo creo que fue el mayor golpe de suerte de todo el viaje y por el que se me quitaron todas las dudas. Me hizo ver también algunas cosas. La primera de ellas es que como decía un libro que me leí hace poco la suerte no hay que esperarla sentado. Hay que buscarla y fabricársela. La segunda que hay que aprovechar todos los momentos, por cansado que estes, por mal que pinte la situación siempre hay que tratar de hacer el máximo. En esta ocasión fue así y funciono.
A penas habíamos salido del refugio y tomado el camino que íbamos a seguir, un ave nos sobrevoló entre la niebla. Al principio, por su silueta me pareció un mochuelo (
Athene noctua, Little owl), pero sabía que no podía ser, al menos no aquí. Rápidamente cogí el móvil y puse unos segundos el reclamo de otra ave. Tenía que confirmar si lo era. El reclamo empezó a sonar y unos segundos después la lechuza de Tengmalm (Aegolius funereus, Tengmalm's owl) nos hacia una pasada cercana.

Esta foto es de un día distinto, pero se trata del mismo camino en el que vimos a la Tengmalm

No era la mejor observación del mundo de esta especie. Pero las ganas que tenía de verla la convirtieron en eso. Fue un momento espectacular que dudo que se me olvide, la pequeña lechuza moviéndose entre la niebla, cerca de nosotros, vigilándonos... Se me olvidó que hubiesemos hecho pocas capturas y todo lo demás. Había cumplido mi objetivo, ver una de las nocturnas más escurridizas.
El resto del paseo fue todo alegría. Seguimos un poco con nuestro objetivo que era buscar la salamandra alpina (
Salamandra atra, Black alpine salamandra), sólo hacíamos que recordar con gusto el encuentro.
Volvimos al refugio muy contentos y nos unimos al ambiente lúdico-festivo que allí se respiraba. Llegaban nuevos huéspedes y era nuestra última noche. Había que pasarlo bien.

En total fueron Ciento ocho especies de aves distintas las identificadas, de las cuales cuatro han sido bimbos para mí. Veintiuna las anilladas de las que tres era la primera vez que cogía. Mención a parte merecen los mamíferos pues también ha estado muy bien en ese sentido. Hemos detectado nueve especies, y de ellas todas han sido nuevas para mí salvo la marmota y la ardilla. Todo un éxito.

En definitiva, como supongo que habréis deducido, no considero que tuviesemos mala suerte. El anillamiento era sólo una parte del viaje, que fuese mal no quiere decir que todo él fuese mal, y mucho menos que tuviesemos mala suerte generalizada. Como ya dije varias veces durante el viaje para mí la observación, el compartir esta afición con la gente, los avistamientos fugaces, la emoción de descubrir qué es lo que ves, las sorpresas... tienen mucho más valor que el tener un pájaro u otro en la mano. Esa es mi visión. Por tanto lo diré sin ningún miedo:

¡Qué buena suerte que tuvimos! ¡A ver cuando repetimos!


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