7 de agosto de 2009

El campo NO es malo (2ª Parte)



El día 29 también madrugamos bastante,y, una media hora más tarde que el día anterior ya estábamos saliendo en dirección Alcázar de San Juan. La ruta que teníamos pensada era Viveros-Ossa de Montiel-El Tormelloso-Alcázar de San Juan. Cuando llegamso al punto en el que salía la carretera de Viveros a Ossa de Montiel (es decir, casi nada más empezar a avanzar) nos llevamos una sorpresa, lo que en el mapa aparecía dibujado como una carretera, aquí no era más que un camino de tierra. Después de meditarlo un rato decidimos arriesgarnos y meternos por él ¡Maldita decisión!

El camino empezaba bastante aceptable y se podía circular con una cierta comodidad. Avanzaba por un lugar precioso, entre encinas y campos de cultivo. A nuestro alrededor volaban constantemente urracas (Pica pica), correteaban perdices (Alectoris rufa) y cruzaban los conejos (Orictolagus cuniculus). Algún milano negro (Milvus milvus) también se movía por allí.
De pronto, hacia el final del camino, se escuchó un golpe en los bajos del Ornitomóvil. Sonó feo, pero tampoco pareció grave y seguimos avanzando hacia la carretera que debíamos tomar. Nada más salir a la misma y al acelerar un fuerte olor a quemado y un humo que salía del capó empezó a entrar por la ventanilla (recordemos que el aire acondicionado está estropeado). Rápidamente me aparté al arcén en aquella solitaria carretera y paré el coche. Al agacharnos y mirar la parte baja vimos un chorro de aceite que caía desde el cárter. El humo y el olor a quemado se produjo por el contacto entre el aceite y las conexiones del tubo de escape.
En este momento, bajo el Sol, en una carretera en la que no pasaba ningún coche y con el coche averiado el campo no parecía tan bonito. Por suerte nadie se desesperó y nos tomamos las cosas con calma. Cada uno se encargó de unas cosas, unos iban a un cortijo cercano a ver si había alguien que nos pudiese decir dónde estábamos exactamente mientras otros se encargaban de buscar los papeles del seguro y el teléfono de la grúa.
Guille a la espera de una solución a nuestros problemas

Como resultó que en el cortijo no había nadie tuvimos que andar por la carretera en busca de alguna señal en la que ver qué carretera era en la que estábamos parados y qué kilómetro. Al hacerlo pudimos ver que en la carretera, a pesar del bajísimo tráfico que tenía, había muchos animales atropellados, entre los que encontramos (en un tramo de bastante menos de un kilómetro) un zorro (Vulpes vulpes), un conejo, un críalo joven (Clamator glandarius) y una urraca.
Una vez realizadas todas las llamadas pertinentes nos lo tomamos con calma y nos sentamos a la sombra de una encina a esperar a la grúa. Por nuestros alrededores se seguía moviendo la fauna típica de la zona que ya habíamos visto. De pronto, en el cielo, se dibujó la silueta de una gran cantidad de rapaces. En su mayoría eran milanos negros, pero entre ellos pudimos localizar algún aguilucho lagunero (Circus aeruginosus). En esas estábamos cuando apareció la grúa. Después de enganchar el coche y subirlo, yo, me fui con él en la grúa al taller (que estaba en Villanueva). El resto tuvieron que quedarse esperando a un taxi que saldría desde San Clemente (más allá de Villarrobledo, casi por la zona donde íbamos nosotros en principio).
En el camino de vuelta a mi pueblo, hice algo que estuvo muy feo, vi un juvenil de águila imperial (Aquila adalberti) cruzar la carretera. Y digo que eso estaba muy feo porque se trataba de una de las especies que más ganas tenían de ver el resto y la vi yo solito.

Del resto de la mañana hay más bien poco que contar. Mientras unos volvían con el taxi yo estuve en el taller esperando a ver qué me decían y que les parecía. Una vez llegaron estuvimos en la casa dudando sobre qué íbamos a hacer. Si volver a casa, esperar a ver qué es lo que pasaba… en fin, con incertidumbre. El caso es que nos lo estábamos pasando tan bien que, en principio, decidimos quedarnos por lo menos aquella tarde y ver qué haríamos con el día siguiente.
Jana aprovechó que paramos un poco en casa para fotografiar estos simpáticos aviones que allí había

Al llegar la tarde, después de comer, nos llegó la primera buena noticia del día. Nos llamaron del taller ha decirnos que había una forma alternativa de arreglar el cárter que podía funcionarnos y que lo tendríamos esa misma tarde o la mañana siguiente. Con ánimos renovados decidimos tomarnos una tarde libre de pajareo y tranquila, así que nos fuimos a la piscina del pueblo, a descansar y pasar de la mejor forma posible las horas de calor de la tarde.
A las ocho de la tarde, cuando el Sol empezaba a caer (y nos cerraron la piscina), salimos andando desde allí mismo siguiendo el cauce del río Villanueva desde su nacimiento. Cuando todavía no habíamos terminado de salir del pueblo, una sorpresita, una rata de agua (Arvicola sapidus) que se escondió en algún punto de la acequia junto a la que caminábamos. En esta misma acequia vimos una enorme trucha arco iris (Salmo gairdneri).

Seguimos avanzando siempre río a bajo y en dirección a la chopera donde el día anterior habíamos visto el musgaño de Cabrera (Neomys anomalus). Por el camino se veían sobretodo grupos de aves concentándose para dormir. Sobretodo bandos enormes de rabilargos (Cyanopica cooki), gorrión moruno (Passer hispanoliensis), abejarucos (Merops apiaster) y grajillas (Corvus monedula). Los vencejos (Apus apus) apuraban los últimos bocados sobre nuestras cabezas. También vimos alguna otra ave solitaria como un precioso elanio (Elanus caeruleus) que esperaba hacer la última captura del día, un pico picapinos (Dendrocopos major) que nos deleito con unos tamborileos y las oropéndolas (Oriolus oriolus) con sus brillos negros y dorados.
Grajillas juntándose para dormir

A la vuelta, ya con la noche casi encima vimos en otra acequia distinta a la anterior otra rata de agua, que puso la nota final a un día que, había empezado mal pero que al final resultó ser una experiencia más y acabamos pasándolo muy bien.
Después de cenar salimos a dar una vuelta por el campo a la luz de la luna. Fue agradable caminar en la oscuridad, disfrutar de las estrellas y sorprendernos al ver alguna fugaz. Nos lo pasamos muy bien y echamos algunas risas haciendo fotos nocturnas . Creo que al final se puede decir que fue un gran día. Y que podemos decir que, pese a lo que nos ocurrió el campo no es en absoluto malo.
Creo que esta es la foto que más me gusta de todo el viaje

A la mañana siguiente nos acercamos al taller a ver cómo iban las cosas. A esas alturas ya habíamos decidido que nos volveríamos al día siguiente, nos lo estábamos pasando demasiado bien como para acortar nuestra estancia con respecto a lo planeado.
Fue una agradable sorpresa ver que el coche estaba casi a punto y que sólo teníamos que esperar una media hora para llevárnoslo. Así que, despues de dar una vueltecilla por allí cerca ya estaba todo preparado.
Esa mañana pudimos hacer poco más. Sólo bajamos un rato hacia las choperas de siempre. Allí pudimos ver las especies que ya he enumerado tantas veces y que no creo que sea necesario repetir. Lo más destacable fue la observación de una culebrera (Ciraetus gallicus) extremadamente cerca de nostros. Un jovenzuelo al que todavía se le veían las escamas características del plumaje juvenil.
Águila culebrera

Hubo que esperar a la tarde para poder pajarear de una forma más seria durante un rato más. Primero nos fuimos a un sitio donde conozco un nido de buho real (Bubo bubo), pero por el camino el coche se comportó de una forma un tanto extraña y tuvimos que volver hacia el pueblo otra vez. El camino nos valió para sumar una especie a la lista, el halcón peregrino (Falco peregrinus). También pudimos ver a una culebrera joven que nos pareció que era la misma de la mañana. En el taller nos dijeron que lo del coche era normal, así que no le dimos más importancia y nos lanzamos a planear la tarde. Decidimos que iríamos a la sierra del Relumbrar a pasar la tarde y después cenaríamos allí mismo, a la luz de la luna. Nuestro objetivo era ver algunos grandes mamíferos y, por qué no, algún pequeño carnívoro.

Antes de salir hacia allí hicimos una breve parada en el río para refrescarnos. Allí pudimos volver a ver una rata de agua y algunos pajarillos que bajaban a beber como los gorriones comunes (Passer domesticus) o jilgueros (Carduelis carduelis).

Una vez llegamos al Relumbrar activamos todos nuestros radares. Nuestro objetivo: el águila imperial. A izquierda y derecha del camino que recorríamos aparecían conejos y perdices, muchas de estas últimas tenían la cabeza manchada de arcilla, no sabemos muy bien por qué, lo que les daba un aspecto curioso.

De pronto vi dos grandes rapaces sobre las montañas. Dado el punto en el que estábamos y el tamaño de las aves no cabían dudas de ante qué nos encontrábamos. La pareja de imperiales estuvo cicleando un tiempo frente a nosotros, permitiéndonos verla bien a gusto y disfrutarla a quienes todabía no habían visto a esta emblemática ave. Finalmente se echaron en algún punto entre la masa de encinas y no conseguimos volver a localizarlas.
Aunque estaban demasiado lejos como para que se aprecie... ¡Eso son las imperiales!

Todavia con el buen sabor de la observacion en nuestras bocas reiniciamos el camino. Ya casi no había luz, así que era bueno para empezar a ver mamíferos. La zona es una finca de caza mayor, por tanto no suele ser difícil ver ciervos (Cervus elaphus) o jabalíes (Sus scrofa).

Hicimos una parada en un alto a ver si conseguíamos localizar algo en la zona “adehesada” que teníamos abajo. Pronto vimos un par de ciervos, entre los que destacaban una madre con su cría. Mientras mirábamos no paraban de pasarnos por enicma vencejos comunes (Apus apus) y algún pálido (A. pallidus), todos en la misma dirección.

En un momento, una vez más, Jana dio la voz de alarma. Un jabalí abandonaba la seguridad de los matorrales y cruzaba la dehesa. No se por qué pero estos bichos siempre me han resultado curiosos y simpáticos. Así que se agradeció al animal que se permitiese ver tan bien.

Estábamos con el jabalí cuando, esta vez Guille, nos hizo ver que estábamos totalmente ciegos. Justo en frente de nosotros había una manada enorme de ciervos. Si no me equivoco llegó a contar unos sesenta ejemplares.
Había ciervos para todos los gustos, machos adultos, varetos, hembras, crías más crecidad, crías más pequeñas… por haber había hasta uno albino. Era un auténtico espectáculo aquello. No pudimos evitar recordar las manadas de ñus en África, que vale, era exagerar un poco, pero es que yo nunca había visto tanto ciervo junto. Estuvimos observándolos un buen tiempo, mientras el Sol caía lentamente, pero la gente que salió de un cortijo cercano nos los espantó y salieron corriendo en estampida. Levantando una nube de polvo impresionante.

El Sol ya había desaparecido por completo tras las montañas y la noche nos envolvía. Fuimos andando junto al río Guadalmena hacia el mismo sitio donde habíamos comido el día anterior para cenar. Por el camino levantamos alguna garza imperial (Ardea purpurea) que se había metido entre el carrizo para dormir. También nos sobrevoló un chotacabras pardo (Caprimulgus rufficollis). Por desgracia vimos que en nuestro sitio había alguien cenando ya, así que nos volvimos al coche y decidimos buscar otro sitio.
Paramos en una zona baja de la carretera de Albaladejo a Villapalacios. Junto a unas choperas con la esperanza de escuchar cárabo (Strix aluco). A él no lo conseguimos escuchar, pero se oyó a lo lejos a su primo cercano, el autillo (Otus scops).
Ya totalmente de noche y con los estómagos llenos emprendimos el camino de vuelta. Teníamos la esperanza de ver algún mamífero o habitante de la noche, pero a penas nos cruzamos con algunos seres. Primero unos ojos brillantes en la lejanía, luego un mirlo (Turdus merula), más tarde un micromamífero inidentificado, algo más adelante un ratón de campo (Apodemus sylvaticus), otros ojos brillantes más, un par de conejos y un mochuelo (Athene noctua).
Cuando llegamos a Villanueva estábamos agotados y cogimos la cama con gusto.

A la vuelta, como llegamos a València con tiempo antes de que saliese el tren que debían coger Julio, Jana y Guille para Alicante, hicimos una breve parada en el Tancat de la Ratlla para redondear la lista con algunas especies más. Allí había muchísimas canasteras (Glareola pratincola), pagazas piconegras (Sterna nilotica) y fumarel cariblanco (Chlidonias hybridus).
Canastera
Entre ellos no nos costó ver algunas cigüeñuelas (Himantopus himantopus), chorlitejos chicos (Charadrius dubius), patinegros (C. alexandrinus), unos cuantos correlimos comunes (Calidris alpina) jovencillos, andarríos chico (Actitis hypoleucos) y bastardo (Tringa glareola). Y volando charrancito (Sterna albifrons), garceta grande (Casmerodius albus)…
Pagaza piconegra

Era el final de unos días estupendos de pajareo, risas y disfrutar con los amigos. Creo que no me equivoco si digo que todos nos quedamos con ganas de más y de repetir cuanto antes. Y además, a pesar de que el coche nos dejase tirados conseguimos ver 113 especies de aves y 14 de mamíferos, así como una buena cantidad de otros tipos de animales.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues la foto que dices es efectivamente muy artística, pero yo me quedo con la serie de los avioncitos...¡que cositas mas ricas!
Saludos Marga

Merayo dijo...

Estamos todos de acuerdo, un viaje inolvidable ( nunca olvidaré Opiliopía jajajaja)

Cuando vuelvas te paso los videos, que también son para partirse :D

Y por cierto! Que tal el coche? Lo llevaste al taller ya en Valencia?

A gosarlo en USA :D

Julio